Profesión: mamá de tiempo completo
- CILAC
- 5 ago 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 5 feb 2020
Soy mamá de tres almas y a lo largo de estos 17 años de experiencia con mis tres niños he pasado por todas las etapas habidas y por haber: el asombro y la emoción de saber que venían en camino, el miedo a lo desconocido en el embarazo (que con el segundo se volvió el miedo a lo ya conocido, la angustia de verlos enfermos, el coraje de saber que alguien los hizo llorar, la desesperación de ver mi casa “patas para arriba” y saber que el orden tardaría mucho en regresar a nuestras vidas, la entrada al colegio y todos sus desafíos, la conmoción de la rebeldía y el despertar de ese “otro hijo” que no conocía y que nos trajo la adolescencia y por supuesto la hermosa sensación de estar orgullosa de ser su mamá.
A veces sucede que sentimos que estamos dominando la escena, nos sentimos cómodos con la etapa que está viviendo nuestro niño o niña, de pronto, un día hay un cambio que todo lo altera; parece ser solo el aviso del inicio de una nueva fase, entonces, hay que volver a empezar y adaptarse de nuevo. Los niños crecen y cambian, nosotros somos los que tenemos que aprender a adaptarnos para poder ser buenos guías (o cuando menos, guías medianamente competentes.
Algo me hace pensar que no soy la única que ha pasado por esto y más. Allá afuera hay muchas mujeres que comparten conmigo esta sensación de que nunca se está del todo en control y que secretamente buscan una solución o un “norte” hacia dónde dirigirse. Es aquí donde me surge la necesidad de compartir con ustedes una herramienta que marcó un antes y un después en esta experiencia agotadora de ser mamá y me ayudó a superar más de una crisis existencial (de esas que te dan cuando ves el caos de tu vida con las manitas llenas de pintura y la cara llena de chocolate).
Hablo de la disciplina positiva.
¡Chulada de filosofía! Inicié con un par de artículos sobre respeto en la educación de los hijos que llegaron de casualidad a mis manos y me interesó tanto que seguí investigando y leyendo libros sobre el tema. A cada avance y logro más me interesaba aprender.
La Disciplina positiva se desprende de las enseñanzas de Albert Adler y Rudolf Dreikurs y me gusta resumirlo al decir que se basa en el respeto mutuo y la creación de límites bien establecidos que le dan a los niños parámetros claros de lo que se espera de ellos y lo que no; siempre en un ambiente armonioso y de consideración al otro.
No voy a mentirles diciendo que todo fue fácil, ¡no señora! Ha sido toda una revolución el implementarla en casa. Estamos tan acostumbrados a otro tipo de maternidad y el acabar con viejos hábitos no ha sido camino fácil pero ha sido tan satisfactorio ver lo avanzado: la comunicación abierta, la confianza, la conciencia de dos adolescentes es mi mayor satisfacción y recompensa por el esfuerzo de aprender lo nuevo; estoy convencida que sin la disciplina positiva no lo hubiera logrado.
Ahora invito a todas las mamás que me estén leyendo a que se acerquen a los talles que se imparten en el Colegio, compren un libro sobre disciplina positiva o crianza respetuosa, o que empiecen con un par de artículos como me pasó a mí. Que de alguna manera, se enamoren de esta nueva forma de relacionarse con sus niños, nuestros amores más grandes, ellos nos lo agradecerán y la convivencia familiar se tornará más armoniosa y estable (aunque no les prometo que el caos desaparecerá).

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